El camino impensado

En el ambiente corporativo, la prosperidad se asocia casi sin pensarlo con variables “duras”: participación de mercado, ventas o ganancias. “Thrive” (prosperar) es el nombre del programa de wellness de uno de nuestros clientes. ¿Prosperidad y wellness? Sucede que en este caso el cliente decidió recorrer el camino partiendo de las personas. ¿Cómo? Realizando algunas actividades específicas con los empleados. El fin de estas es dar cuenta de los beneficios que se pueden conseguir al introducir, entre muchas otras, técnicas de Mindfulness en la empresa y capacitar a los empleados para cambiar algunos hábitos que generan malestar. ¿Qué vendría a ser el Mindfulness? Una técnica de atención plena que permite reducir la presión, el estrés, y mejorar las habilidades para relacionarse con otras personas —ya sean afectos, compañeros o clientes—. Está demostrado que es eficaz para mejorar tanto la salud mental como el rendimiento laboral y, entre otras cuestiones, se la relaciona con la prevención contra la depresión, con la resiliencia al estrés, con una mejora en la relación entre alimentación y sobrepeso, y hasta se demostró que sirve como un posible abordaje para el insomnio.
Entonces, desde hace dos años, cada tres meses, voy a dos hoteles en Montevideo a algo que llaman la semana Thrive ( “prosperar” en inglés). Durante esa semana, me instalo en el hotel y me arman una agenda con varias actividades, como charlas sobre hábitos saludables, entrenamiento físico en la rambla de Montevideo, clases de yoga en distintos horarios para que los empleados de todos los turnos puedan asistir, recorrida por todos los sectores del hotel para realizar pausas activas, charlas individuales sobre asesoramiento de hábitos saludables.
En las charlas, particularmente, se ponen en palabras las distintas causas que alteran el bienestar —el estrés y sus demandas diarias, cómo la excesiva cantidad de pensamientos perturba el equilibrio, la toxicidad de las quejas y su influencia en la salud física y emocional, cómo alimentarse, los cambios del sueño— y, para todas estas cuestiones, se aportan opciones o “formas de prosperar” para lograr tener una vida más armónica.
Los entrenamientos son sobre la estructura física y aeróbica —ambas formas generan bienestar—. En ellos se explica cómo se debe entrenar y qué cosas son fundamentales para tener un buen estado físico.
En los encuentros de yoga, además de practicar estiramientos, se busca aprender los distintos tipos de respiración. La idea es profundizar en la parte espiritual. Esto se traduce además en la incorporación de la pausa activa. El objetivo de las pausas activas es instruir a las personas para que no pasen su actividad diaria sin hacer estiramientos luego de prolongados y repetitivos movimientos mal hechos —como, por ejemplo, los empleados de finanzas que no se mueven en todo el día, o los operarios de mantenimiento que están en constante movimiento—. El fin es tener la iniciativa de modificar lo habitual para evitar malestar.
Las charlas de asesoramiento son individuales para que cada persona además cuente cómo vive, cómo come, si duerme bien, cómo entrena, cuáles son sus horarios. Se trata de ordenar la forma de vivir.
Como en cualquier otra actividad corporativa siempre hay una métrica que nos permite medir los resultados. La empresa pide una devolución, una mirada de cómo están los integrantes de la organización y se le hace una descripción minuciosa de lo observado durante la semana. Sin embargo, los resultados tangibles vienen más allá del reporte o la métrica. Con una de esas semanas ya se pueden observar los beneficios a largo plazo de la aplicación cotidiana de las técnicas propuestas: mejora la gestión de situaciones complejas o estresantes, sin nervios; favorece la inteligencia emocional, la creatividad y la innovación por encima de nuestra inteligencia matemática, nuestro costado más racional; permite ganar claridad para la resolución de conflictos y la toma de decisiones; propicia una mejor comunicación entre compañeros y, principalmente, reduce el nivel de ansiedad y así da paso a la calma y a la estabilidad.
Como consecuencia de estos impactos aumenta el nivel de energía y de productividad. Y así llegamos a la métrica final, la que marca esta “prosperidad”, no a costa de las personas sino a partir de su equilibrio físico, emocional y laboral.